En el pasillo distribuidor del piso superior de A Casoa se exponen objetos e instrumentos relacionados con la caza y la pesca.
Los recursos obtenidos a través de la recolección, la caza y la pesca suponían un importante aporte complementario a la dieta campesina, especialmente relevante en los períodos de hambruna. La caza se practicaba también para controlar las poblaciones de aquellas especies que como zorros, lobos, osos o jabalíes perjudicaban los intereses de los campesinos, matando al ganado y destruyendo cultivos y colmenas.
La actividad cinegética era sobre todo pasiva, encauzada a capturar las presas mediante la colocación de trampas en sus lugares de paso. Esta era la finalidad de las trapelas para las perdices, de los distintos tipos de garduñeiras (cepos) o de los lazos. Existían también trampas específicas para los ratones, rateiras (ratoneras) que se colocaban en las casas y en los molinos. Las capturas se abordaban también con trampas de mayor envergadura, algunas de ellas con una entidad constructiva importante, caso del couso y del pesugo. El couso es una trampa para lobos que consiste, en su modalidad más común, en un amplio hoyo cercado por un ancho muro de mampostería de entre dos y tres metros de altura, rematado con losas dispuestas formando un voladizo interior. Dentro del recinto se colocaba una presa para atraer al animal, que una vez había accedido no podía salir. Los pesugos se usaban sólo para cazar osos y consistían, según describe Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico-Histórico (1845-1850) al referirse a uno localizado en Armenande (Ayande) “en una larga viga apoyada en una colmena y cubierta con un ramaje espeso, que forma una especie de caseta con solo una entrada, y por donde el oso descubre la colmena: este entra ansioso a apoderarse de aquella, y tan luego como la abraza y hace el esfuerzo natural para separarla de su sitio, se desploman la viga y caseta, quedando el oso a merced del cazador”.
Entre las armas de caza pueden verse chuzos (lanzas) y una notable variedad de armas de fuego, acompañadas de cuernos de pólvora, máquinas para cargar cartuchos y moldes para fabricar postas y balas de los siglos XIX y XX.
Para defender sus cosechas de las alimañas, los campesinos contaban con diversos instrumentos que disuadían a los animales, alejándolos de los sembrados por medio del ruido. Entre ellos se encuentran las martavelas, artilugio movido por el viento que se colocaba en los campos para espantar a los pájaros y los mazones o mazapilas, accionados por agua, que se empleaban en los sembrados de maíz y en las colmenas para ahuyentar a jabalíes y osos.
La pesca de anguilas, truchas y salmones era una actividad importante que se practicaba sobre todo en los pueblos situados a orillas del río Navia o río grande y que cesó en gran medida cuando la construcción de los embalses de Doiras y Salime hizo inviable la subida desde el mar de salmones y anguilas. Las capturas se realizaban a mano o bien recurriendo a redes y trampas o a útiles específicos como fisgas (arpones de tres dientes) y cañas.