12.01. Sala Pepe el Ferreiro
José María Naveiras Escanlar “Pepe el Ferreiro” (31 de marzo de 1942, Grandas de Salime – 13 de junio de 2020, Belmonte de Miranda), nació y creció en una familia campesina con larga tradición de ferreiros en su seno.
Por su trabajo en el taller de carpintería metálica en Grandas de Salime, Pepe visitaba con frecuencia las casas del concejo, en las que era habitual la presencia de útiles y herramientas abandonados. Sin una idea aún definida sobre qué hacer con ellas, comenzó a reunir piezas que, habiendo perdido su uso, se habían convertido en trastos viejos o “trastos vellos”, condenados al abandono o al fuego.
Su curiosidad natural no se limitó al rescate de piezas etnográficas. Su visión del patrimonio fue desde el principio integral, trascendiendo la mera acumulación artefactual de un coleccionista para interesarse por los procesos de producción, la estructura del territorio o la recuperación de oficios, actividades, técnicas y manifestaciones culturales, saberes y conocimientos que se perdían a un ritmo aún más rápido que el repertorio material.
En 1979, José María Naveiras era ya consciente de la necesidad de reunir, ordenar y de continuar rescatando todo ese patrimonio y así se lo planteó al entonces Consejero de Cultura y Deportes de la preautonomía asturiana, Atanasio Corte Zapico, y a Emilio Marcos Vallaure, gran conocedor del occidente asturiano y persona que ejercería un papel destacado en la creación del Museo.
Hubieron de pasar varios años y no pocas vicisitudes hasta que el 2 de junio de 1984 se inauguró el primer montaje del que ya entonces se denominó Museo Etnográfico de Grandas de Salime en el bajo de la Casa Consistorial del concejo. En total, cuatro salas en las que se instaló el repertorio etnográfico reunido hasta la fecha y también una muestra de material arqueológico reunido por Pepe. El local disponible limitaba las posibilidades de expansión y condicionaba el desarrollo del discurso, pero estaban ya presentes las principales líneas argumentales que se desplegarían después con mayor amplitud: la recreación de ambientes, el uso real de las piezas, la integración en el proyecto de artesanos y artesanas locales y la implicación de vecinos y personalidades de todo ámbito que habrían de favorecer la creación de la Asociación de Amigos del Museo Etnográfico de Grandas de Salime.
En 1989 la colección se traslada a la antigua Casa Rectoral de Grandas de Salime, edificio del siglo XIX habilitado como Museo tras una rehabilitación en la que también se integraron elementos estructurales recuperados por Pepe y varios vecinos del concejo entre las ruinas de los pueblos anegados por el embalse de Salime.
La nueva ubicación constituyó en sí misma un elemento patrimonial que mostraba la estructura de la casa tradicional y permitía ampliar el área expositiva desarrollando con menos restricciones el concepto de “museo vivo” de José María Naveiras. Se sucedieron las demostraciones de oficios y actividades tradicionales, las jornadas y seminarios y se consolidó así la participación de artesanos y población local en la actividad diaria de la institución.
La necesidad de crecimiento del Museo se hizo evidente y se emprendió su ampliación, con edificios de nueva planta que reproducían arquitecturas tradicionales. Se instaló un molino hidráulico que durante años prestó servicio a los vecinos del pueblo interesados en su uso y el Museo ganó también espacio para su actividad interna disponiendo un taller metálico y de carpintería y zonas para exposiciones temporales, actividades y despachos. En 2004 se inauguró la capilla, también de nueva planta, hito final de un período de constante crecimiento.
Aún sin llegar a ver cumplidas sus aspiraciones iniciales, José María Naveiras consiguió materializar el concepto de Museo integral y vivo, siendo resultado final una brillante recreación de los espacios domésticos y las actividades productivas tal y como los había conocido su cronista.
El Museo que hoy disfrutamos es el legado tangible de Pepe. Unánimemente reconocido como uno de los mejores en su género, con una colección material ingente, sirvió y sigue sirviendo de ejemplo e inspiración para la creación de otros museos, dentro y fuera de Asturias.
El auténtico legado de Pepe el Ferreiro que traspasará generaciones, es, como el patrimonio que siempre quiso conservar, intangible. El proyecto se ha convertido en uno de los principales catalizadores del sentimiento de respeto generado entre los propios vecinos hacia formas de vidas pasadas, pero no tan lejanas, denostadas por sus propios protagonistas porque sobre ellos pesaba el lastre, forjado durante generaciones, del atraso, la miseria y el desvalimiento social. El tiempo y el éxito indiscutible del Museo han ayudado a modificar radicalmente el desprecio secular por lo propio y acentúan el respeto por los bienes que permiten recrear aquel mundo extinto en pocas décadas y que hoy es reivindicado como referente compartido y motivo de orgullo colectivo.